martes, 18 de junio de 2013

Y es que así las eternidades se llevan mejor

Cuando le tengo cerca de mi, aún, después de tanto tiempo, no sé como actuar al verle. Lo primero que me llega es su olor, a lo que soy adicta. Es una droga que me encanta aunque algunos, en ocasiones, lo tachen de locura. Tranquila, segura, feliz, así es como me siento a su lado. Claro que llevo mucho tiempo a su lado pero no es tanto el que ha pasado desde aquella mirada, ese acercamiento con final feliz en beso. Todo tiene un principio, y este tipo de principios son los que nunca se olvidan.  
No siempre estamos de acuerdo en todo, pero eso tampoco es malo. Al contrario, siempre me deja ganar con o sin la razón, y eso me gusta. Incluso me gusta pelear con él, me hace sentir viva, reaccionar a lo que estoy viviendo, sentir el miedo a que podría perderle, pero no, eso no permitiré que ocurra.  
Su sonrisa, puedo decir que es el saquito de relucientes vitaminas que me despiertan cada mañana y me hacen ser paciente hasta volver a verle. Y no es por exagerar, pero es preciosa, como su pelo, su voz, sus ojos. Adoro perderme en él, es fácil, sobretodo cuando me besa, creo que ha inventado un millón de besos sólo para mi, y me los administra según la situación. Y si, podría decirse que son mi medicina. Lo que me cura cuando estoy mal. No supe lo que es la perfección hecha beso hasta que no lo hizo mientras lloraba. Y de repente sientes como por un segundo que los músculos que estaban en tensión se relajan, y te da igual que las lágrimas te sienten mal a la cara, sólo deseas que lo vuelva a hacer, y maldices a las lágrimas por no dejarte ver su rostro y mirarle a los ojos para ver lo guapo que está. 
Y es que con amor los besos y caricia adquieren más sentido. Y lo que no son besos, ni lo que son caricias.
Las finas manos dibujan deseos al rozarse con otra piel. Y así todo sienta bien.
Pasan los días, meses, y las cosas del amor no cambian. Las más importantes no.
Los bailes de serpientes encerradas en un cuarto. Las eternas esperas de enfados hasta el reencuentro. Las miradas sonrientes desde un portal. Las ganas de vivir que otorgan los besos.
Y claro, sólo se piensa en él. El resto de cosas parecen innecesarias, totalmente inútiles. Le tienes a él ¿Qué más puedes necesitar? ¿Acaso existe algo que le supere? Está claro que no, o eso lo que a mi me parece.
Que una eternidad es lo que vivimos mientras no me besas y me dices que soy tuya. Y en ese tiempo me convierto en algo frágil, una pompa de jabón, exploto por nada, pero apareces y me convierto otra vez en persona, y me arriesgo a vivir otra eternidad con tal de que regreses cada día para salvarme. Y te escribo versos para que los leas sobre mis curvas. Y ay, nuestra vida se resume en ganas de quererte y ganas de follarte. Y es que así las eternidades se llevan mejor.