miércoles, 24 de abril de 2013

Desde el corazón, y no por compromiso




Igual hoy te escribo sin saber muy bien el porqué. No sé si es la necesidad de desahogarme o mantener la mente ocupada. No lo sé.  
No sé cómo me siento, cansada, triste, decepcionada. ¿Por qué? O mejor dicho ¿De qué? Pues vuelvo a lo de siempre: No lo sé. 
Supongo que ahora mismo habla en mi lugar el dolor de cabeza causado por dos horas al sol leyendo para no pensar, y las lágrimas que se han empeñado en invadir mis ojos mientras pretendían prestarle más atención a las letras que a los pensamientos, (y no las he dejado. Y claro de algún modo deberán salir.)
Están acumuladas, como cuando agitas una botella de Coca Cola y esperas un rato, pero al abrirla te sorprendes con que te has empapado. No vale la pena esperar, al final todo acaba manchando. 
Y es que igual siempre es la misma historia. Él se enfada, ella le intenta contentar, él no se deja contentar y la que acaba mal es ella por no haber podido borrar el mal de la cabeza de él. Y se pregunta cosas, igual algo exageradas, pero es que ella le escribe, y las personas que escriben tienden a ser algo exageradas.
A lo mejor ella se cansa de no obtener resultados. De pensar que esa vez será la última cuando sabe que no es cierto. De imaginar que pueda existir otro ser similar a ella y que la pueda remplazar. Igual no quiere pedir más perdón por las malas formas, o ir siempre en busca de la paz. Puede que un día prefiera que sea él quien se acerque a ella (pero desde el corazón y no por compromiso), y haga lo posible por volver a verla sonreír. Pero sin tópicos ni reproches. Preguntando de verdad y no por costumbre. Ganándose las sonrisas sinceras. 
Y esto sólo es un momento más que se suma a la lista. Pero recuerda el ejemplo de la botella de Coca Cola, y que a veces en esta vida hay que agachar la cabeza (aunque sea sólo por amor).

martes, 9 de abril de 2013

Te quiero sólo a ti, y no deberías irte nunca.




Te escribo porque ésto es lo que me hace vivir cada día. Tú me estás haciendo vivir, y escribirte. 
Hablo de imaginar cada noche que duermo contigo. De buscar en cada uno de tus abrazos nuevas formas de sentirte. De jugar juntos, y seguir navegando en este mar, de haberte encontrado estando perdida, de habernos besado. Eres lo que siempre quise aunque me hicieras daño, y a día de hoy estoy orgullosa de no haber tenido miedo, de haberte dejado entrar en mí. Ahora entiendo lo que se siente al echar de menos de verdad, a echar de menos tus manos tocando mi cuerpo como ese músico que acaricia cada tecla de su piano.  
¿Me comprendes? No pienso ser nadie si no lo eres tú conmigo. Me río, imagino y sueño contigo, únicamente contigo, como lo hace un niño de seis años al acercarse la noche de reyes. Deberías quedarte siempre conmigo, para poder seguir escribiéndote todo aquello que no me atrevo a pronunciarte a los ojos cuando me ahogan los besos y me obligan a dejar de hablarte para solo hacerte. Seguir susurrándote cada noche mis sueños, y contarte mi lista de ciudades para visitar contigo, y mi lista con todos lo animales que te obligaré a que me regales cuando vivamos juntos. Deberías quedarte siempre conmigo, para verme sonreír con las mejillas sonrosadas antes de cerrar los ojos por última vez y atraparte entre mis párpados. Para vernos discutir cada mañana por quién prepara el desayuno, y que después de una guerra de ombligos y cosquillas decidas que sólo piensas desayunar si lo preparas tú.  
Te escribo porque cada trocito de tu sonrisa se me clava en las pupilas. Porque sé que terminaré de volverme loca el día que te marches. Quiero que cada día vuelvas, aún me queda mucho que aprender de tus mañanas curiosas y mucho que mostrarte de mis noches inventando para nosotros mundos que no existen cuando el sol despierta. Porque echaría de menos tu orden y echaría de menos ser esos dos gatos negros jugando a saltar de tejado en tejado sujetados a un colchón en Madrid. Te quiero sólo a ti. Y no deberías irte nunca. 

lunes, 8 de abril de 2013

Jaime Sabines

“Te quiero en la mañana, tarde y noche, te quiero a toda hora y te amo con todo mi corazón y puede ser una tarde lluviosa o una noche cubierta por la obscuridad y te sigo amando, como se ama al mas preciado tesoro y tu por siempre vives en mi pensamiento y sueño que te beso y te abrazo contra mi cuerpo y unas sensaciones extrañas inundan todo mi ser y añoro la dulzura de tus caricias y el sabor a miel de tus labios y la magia de tus manos al tocarme y siento y percibo la mas bella de las sensaciones y por siempre quiero permanecer besándote y abrigado por el mas tierno de los abrazos, mi dulce y bello amor.” Jaime Sabines 

Del que sólo son capaces de vivir los enamorados


Soy tu, soy yo, un nosotros aún con sentido. Hoy me centro en mis trabajos, mis noticias mientras tú caminas por las calles de Madrid, pensado, planeando lo que harás en las próxima horas, quizá mojándote. No ha dejado de llover, no desde aquel frío día de cálido amor en besos chorreando por nuestros labios con las ganas de un volcán por sacar la ardiente lava que lo invade. 
Ahí no fue el principio, ya nos habíamos empezado a querer antes. 
Aunque a veces los errores nos hicieron reencontrarnos tarde siempre estábamos enamorados del mismo modo. 
Aunque luego en esa tarde me besaste, y fuese el fin de aquel principio, el comienzo de algo que es de nuestra única propiedad. 
Puede que aquello no tuviera sentido, o que fuese el momento idóneo para actuar por impulsos, como el hombre que salta ante la desesperación de acabar de una vez con su vida. Saltaste, y yo te cogí de la mano, salté contigo. Hacia el vacío de tus pupilas, hacia lo más hondo de aquel ser de pelo negro y manos con vicio.  
Mi boca se torcía hacia aquello a lo que llaman sonrisa, y que siempre te ha gustado, y se debía a ver realizado algo deseado desde ya tiempo atrás.
Nunca supe por qué ese lugar, justo el centro de Madrid. Sabías que siempre fue mi lugar favorito, la zona bohemia, donde van los artistas y observadores a analizar el gran teatro que es esta ciudad, con sus personajes y decorados.  
Nunca supe por qué ese día, lluvioso. Sabías que tengo un amor especial a los días de lluvia, al tiempo revuelto, al cielo reinado por nubes grises.  
Aquel momento fue único, y cómo no iba a serlo. Aún no estoy segura de si fue algo preparado o actuaste por instisto. Demasiado bonito para ser real pensé aquella noche.  
Probé la miel de tus labios, unos besos con amor. Amor del verdadero, del que se lleva guardando en el corazón desde hace tiempo, del que al salir te deja los ojos con brillo y la sonrisa bien puesta. 
Del que sólo son capaces de vivir los enamorados.  



martes, 2 de abril de 2013

La suerte de mi vida



Es quererle, comprenderle, querer pasar la vida sólo para él. Compartir domingos, mantas y palomitas. Es mi deseo de hacerle el amor hasta el fin de mis días. Y discutir juntos, para luego disfrutar la reconciliación. Es reír, suspirar, hacer ruidos extraños y que se quede mirándome con esa cara desencajada que tanto me encanta. Es tener los ojos brillantes de felicidad, escribir cada palabra pensando en su nombre, en lo que me hace sentir, en lo que me hace vivir, y lo que me espera  vivir junto a él. Mis caprichos, sus consentimientos. Mis borderías, su paciencia. Es querer vivir cada segundo como si fuera el primero, nunca el último, y que me vuelva a enamorar, dejarme enamorar. Es mi miedo a ser remplazada y sus ojos y palabras jurándome que eso nunca pasará, que soy lo mejor de su vida, la mujer de su vida, el amor de su vida. Es mi sonrisa inquieta cuando discutimos, y mis ganas de llorar cuando la tormenta ya ha pasado. Es mi labios rojos y mi pelo despeinado después de vivir mil y una guerras encima o debajo de él. Es arañazos y mordiscos. Es mi inseguridad y sus besos en la frente, sus abrazos cuando hace frío, y sus ganas de tenerme siempre a su lado constantemente. Es él, mi chico, lo mejor de mi vida, el hombre de mi vida, el amor de mi vida, pero por encima de eso, de todo lo bueno que pueda decir, él es la suerte de mi vida. 

Sin ilusión no hay ganas, ni hay amor, ni hay nada.

Hoy siento que volvemos una vez más a lo que nunca dejamos de ser. El sol volvió a salir tras la tormenta, nos da una nueva oportunidad. Nos permite vivir más tiempo juntos. La historia se sigue construyendo, las paredes de nuestro corazón se refuerzan una vez más. Desearía que nada de eso hubiera ocurrido, ninguna pelea, mal entendido. Que no hubiera sido necesario derramar una lágrima cuyo origen no fuese la alegría. Somos nosotros, seguimos siéndolo. A fin de cuentas vivo por ti, río por ti, lloro por ti, e incluso a veces muero por ti (y sin ti). Eres quien más me apoya, quien mejor me conoce, la persona a quien tanto necesitaba y que un día por fin decidió unir nuestras vidas con un beso. En ocasiones, no muchas, hay baches en todo esto. Sentimientos dañados. Malos pensamientos. Pero arreglamos la carretera y seguimos nuestro camino, sabiendo que atrás hubo algo que nos hizo tropezar pero con muchas ganas de seguir luchando cada día un poquito más. Y es por eso por lo que la ilusión no se nos muere, la sostenemos con ternura entre los dos. Debe estar siempre presente, sin ilusión no hay ganas, ni hay amor, ni hay nada. Y entonces es cuando te pido que nunca dejes que se escape, que la guardes en una jaula de cristal, la cierres con llave y la tires al mar, pero no olvides dedicarle unos minutos cada día; a esta ilusión hay que alimentarla, y quererla siempre bien.