viernes, 30 de agosto de 2013

Ojalá la Luna



Si miras a la luna verás que tiene el gesto acongojado, que su mirada se fija en el suelo, que tiene un semblante de terror. Y ¿Por qué? Yo pienso que por todos y cada uno de los enamorados, correspondidos o no, que le cuentan sus penas y terrores. De aquellos mentirosos que prometen bajarla para su inocente enamorada, y sólo piensan en follar. y qué decir de aquellos solitarios amorosos, que ven cómo su amada le baila el agua a otro... 
La luna siempre ha estado ahí, pasea cada noche, y cada noche un enamorado diferente la busca para maldecirla. Yo quiero conocer a la luna. Ella debe saber sobre todo tipo de romances. Ya existía su fama de compañera para la noche cuando Paris y Helena se vieron por primera vez. Y estuvo presente mientras Marco Antonio huía de la batalla porque su amada Cleopatra se retiraba. Y seguro que si los Capuleto y los Montesco existieron, ella hubiera sufrido junto a Romeo la aparente muerte de Julieta.
Y toda esta historia para qué, dirás. Es sencillo: quiero que la luna nos conozca, que nos guiñe un ojo cuando nos vea pasar, y nos alumbre en las noches más oscuras que tengamos que vivir. Que nos arrope y acompañe con estrellas cuando las ojeras nos hayan crecido y los sollozos de un bebé broten desde la habitación de al lado.  
Y ojalá convertirnos en leyenda, y que la luna supiera que hay personas que aún creen en su magia. Ojalá algún viejo poeta escribiera sobre nosotros. Ojalá tu pelo negro, tus labios rosados y tus manos colándose en las grandes historias de amor conmigo. Ojalá alguien desconocido llegase a admirarnos, y pueda pensar que existe el amor verdadero, que existieron dos personas que no rompieron sus promesas, que ni el destino los quiso (ni pudo) separar. 

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