viernes, 8 de febrero de 2013


En muchas ocasiones, sin ningún motivo, surgen dudas, surgen miedos. Y eso yo no lo puedo evitar, siempre te los acabo contando, por muy tontos que sean , por muy ilógicos. Y me gusta que me ayudes a perderlos, a olvidar las dudas. Pero no siempre son dudas y miedos sobre posibles apariciones innecesarias de terceras personas. A veces van más allá, y no tienen que ver con eso.
En ocasiones, sin muchos motivos, (por no decir ninguno) me da por pensar en si serías de capaz de cambiar por mi, en si de verdad de importo tanto como para dejar de hacer las cosas que odio de ti. Y claro que te quiero con tus cosas buenas y malas, pero si algo no me gusta de ti, tú sabes que yo te lo digo. O me da por pensar en el tiempo que durarás aguantándome, si lo que nos quedan son días, meses, o años...
Son dudas sin un razonamiento claro. Son un montón más de dudas que añadir a mi lista de dudas.
Pero, ¿Sabes cuándo pierdo todos los miedos y mis dudas? Cuando me abrazas y me acercas mi cuerpo a ti, y me besas, pero no con un beso normal, con uno que parece que fabricas únicamente para ese momento, como queriendo volver a enamorarme aún más de nuevo. Un beso que pide que no me vaya nunca, que no me separe ni de tus labios ni de ti.
Y te puedo asegurar que lo consigues, consigues volverme a enamorar un día más, consigues que por un momento mi mente se centro sólo en ti, en mi, y en nuestros labios. Y me encanta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario